Asolaste los campos que mi cuerpo no quería
moliste a elección las blancas piedras
para caminar por los arenales de una bahía
que aún no hemos pisado...
Cuando suenan los ecos de un te amo,
te miro, me miras y mis manos castigadas
por la dureza de la vida, aún te siguen ascendiendo
por la cascada de unos besos trasparentes que dejan huella.
Te miro, me miras y aunque se nos derrumben el mundo
en el que seguimos soñando y nuestras angustias no
sean las de nadie, resonarán por milésima vez, el eco
de unos besos, de unos sueños que aún no se han perdido.