Los sueños no deben ser más chicos que ayer,
si los ves opacos tras el cristal
saca el paño del empeño y vuele a contar.
La luz siempre lagrimea en los silencios
y renace en el brillo del iris de Osiris
sacrificando hasta lo más póstumo,
más allá del amor sin medir los versos,
como esquivar esta cordura que no cesa,
que se desvela con acordes de violines
y pianos encadenando en melodías
de algunas metas traicioneras,
que no se saben si son buenas
o semillas del diablo.
Sueño y crece mi niño
a veces tiene tropiezos
y si el camino se le hace roca
siempre habrá dinero
para comprar un martillo.
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