martes, 11 de marzo de 2014

Defenderme de la tristeza.

He colocado un candil en cada lagrima
para iluminar el alma y sus pasillos.
Relincha sin cesar por los rincones 
la tristeza, que me roe con sus diablillos.
Deambulando en la noche 
como si fuera un vampiro
que no se alimenta de sangre sino de letras
para así embriagar los sentimientos
hasta caerme del dolor sobre la acera del olvido.

Los candiles no dan luz por mucho tiempo
es cuestión de la sonrisa, libre y pasajera
como la fragancia de tu cuerpo
sigiloso en la noche para no despertar mis sentidos.
 Traicionero el tiempo cuando dice de atacar,
que aprisiona con sus cuerdas como serpiente.

Y antes que se sequen las lagrimas y me quede
sin un candil recojo siempre alguno 
para iluminar un pequeño rincón de mi espacio
defensa ante la tristeza que deja un amargo sabor
en cada uno de mis latidos que replican soledad.

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