Dejé de admirar la belleza
y aprendí a caminar en duro
hasta desgastar la certeza
al ser olvidado por el mundo.
Los besos eran mudos.
Los sueños pesadillas.
Los cantos eran gritos.
Y las palabras dejaron
de ser palabras.
Dejé de ver las flores
pero no dejé de clavarme
sus altos espinos.
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