Una vez más me inclino de rodillas
ante su imagen, avergonzado,cargado
de pecado y una fe que rompió las cadenas
de un presidio que habita en mí, te suplico perdón...
He tapiado mis ojos para no derramar
más lágrimas y volví a errar, llora mi
corazón, desolado por tanto pecado reiterado.
En el aire de la madrugada de un jueves santo
Cartagenero, sus calles se visten de morado.
Ecos de saetas y de salves, tras de él y de los porta pasos
que te alzan. Un manto de lágrimas descalzas,
suplicas de promesas le acompañan...
suplicas de promesas le acompañan...
Rozo tu pelo y la túnica, entre el tumulto
de las gentes, gritando por dentro mi sufrimiento
te reclama, el perdón para no abrasarme en el
último juicio y pongo tu nombre en mis labios.
¡Cristo de los pescadores!
¡Jesús Nazareno!
Desde la vieja pescadería, hasta Santa María
portas a hombros tu cruz, pecado de todos.
Yo con las rodillas pegadas aún al suelo
que va desgarrando a la mañana,
que viene al mundo más limpia
que viene al mundo más limpia
que mi corazón, te suplica perdón.
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