Escarchadas lágrimas descienden
por el surco de tu pecho...
Encerrada, portadora de soledad
y miedos, en un mundo que no es tuyo.
¡Despierta!
Golpeas una y otra vez una puerta
insonora que consume tus gritos.
¡Maldita la mano que se levanta!
¡Despierta del coma inducido
en las tinieblas,
antes de que el sol caliente tus lágrimas.
Y no volverás a forzar tu bonita sonrisa,
en un sueño deseado que te espera,
al igual que lo esperas tú a él.
¡Despierta!
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